Escrito por Brooke Warner y traducido por Thess Pfferr
En la mayoría de los días de Sol, se puede a Dorothy Wicther y a su hijo Kyle sentados en sillas de jardín viejas fuera del remolque de Dorothy. No hablan mucho. Están cansados. Sus ojos nos siguen desde el momento en que llegamos al camping de casas prefabricadas y no nos dejan hasta que nuestro coche se aleja de nuestra plaza de aparcamiento improvisado de grava.
Todo el mundo nos mira. No encajamos aquí. En la autovía de Jeff Davis, al sur de Hull Street, hemos llegado a Rudd’s Trailer Park.
La zona de Jefferson Davis se caracteriza por una intensa presencia industrial mezclada con propiedades comerciales y residenciales más antiguas, incluyendo campings de casas prefabricadas.
Rudd es uno de los más grandes y más deteriorados de los nueve campings de Richmond. Las casas prefabricadas aquí, que alquiler por unos 400 dólares al mes, están al alcance de las familias con bajos ingresos. En Jeff Davis, esto significa blancos pobres, afroamericanos y latinos.
Rudd´s tiene una gran comunidad hispana, la cual estuvo bajo presión cuando la ciudad de Richmond comenzó a incrementar las inspecciones y clausuras de vivienda hace aproximadamente un año y medio. Según NBC12, por lo menos 20 hogares fueron condenados en Rudd’s, y los ocupantes de 10 de ellos fueron desalojados. Muchas familias quedaron sin hogar, y las que se quedaron vivían con miedo de perder sus hogares.
Una de las primeras personas afectadas fue Kyle Wicther. Un antiguo residente de Rudd, su remolque fue uno de los primeros en ser demolido por las infracciones.
Recordando todo esto, sacudió la cabeza. “Tratas de arreglarlo y todavía te echan, hombre.”
La madre de Kyle, Dorothy, se mudó a Rudd hace unos cuatro años, a un remolque al otro lado de la calle de Kyle. Cuando le pregunté por qué eligió a Rudd, ella sonrió con una sonrisa a la que solo le quedaba un diente y respondió en una sola palabra: “Barato”.
Su remolque beige muestra signos evidentes de daños. Un animal de peluche, de especie indeterminada, adorna una casa de pájaros en el frontal de la casa.
Aunque los Wichters son afroamericanos y minimizan la presencia hispana en Rudd’s, la mayoría de las casas prefabricadas que vimos eran el hogar de latinos. Y cuando la ciudad se puso seria con la normativa, los hispanos afirmaron que los funcionarios los atacaban injustamente. Treinta y dos personas, la mayoría de familias latinas, presentaron una demanda federal contra la ciudad de Richmond y sus funcionarios de construction.
Según NBC12, la demanda decía que la ciudad violó las leyes de derechos civiles al no proporcionar traductores para ayudar a los residentes hispanos de Rudd a entender los largos y complicados documentos legales en inglés. También hubo demandas de intimidación a agentes de policía armados, por amenazas de condenar hogares o presentar cargos penales. Muchas familias indocumentadas huyeron de sus residencias, asustadas al escuchar la presencia de la policía en el camping, dijo el padre Jack Podsiadlo de la Iglesia del Sagrado Corazón, que sirve a la comunidad hispana local.
Funcionarios de la ciudad respondieron citando cientos de violaciones de seguridad en el camping. Pero la demanda atestaba que incluso cuando las familias repararon las faltas de seguridad, gastando millares de dólares, los hogares todavía eran clausurados y las familias se quedaron sin hogar.
La demanda por discriminación fue resuelta en mayo de 2016, siendo la ciudad obligada a pagar 30,000 dólares por daños y perjuicios, a llevar a cabo actividades comunitarias, reembolsar a los residentes por reparaciones en el hogar, contratar a “un funcionario justo que cumpliese con la ley” y a establecer una política de no discriminación. No está claro si alguna o varias de estas sanciones ha llegado a buen término.
La aplicación de la ley en sí tuvo poco impacto. Más de 100 casas móviles estaban operativas antes de su aplicación, pero el número es de alrededor de 70 hoy debido al éxodo masivo de personas, dijo el propietario anterior Ronnie Soffee al eriódico Richmond Free Press.
Eso impulsó los alquileres más altos, dijo Podsiadlo. El propósito de las condenas era getrificar el área, pero tuvo el efecto de eliminar las viviendas con un precio asequible.
La gentrificación es parte de un plan de revitalización más grande para dar una nueva vida a la zona de Jefferson Davis. (Lea sobre los esfuerzos de revitalización aquí.) Antiguos almacenes se están convirtiendo en lofts o viviendas públicas, con rentas mucho más allá de lo que los residentes del camping pueden pagar. Para alquilar, el inquilino también debe ser ciudadano de los Estados Unidos.
Aunque el Corredor de Jefferson Davis ha visto mejoras económicas en los últimos años, muchos de los beneficios aún no han llegado a sus residentes más pobres. Kyle y Dorothy no han notado ningún cambio en el área.
La tasa de pobreza en el área destinada a la gentrificación fue de 22,7 por ciento en 2015, más de tres veces y media más alta que la tasa del condado de 6,4 por ciento, según el Richmond Times-Dispatch. Entre los niños menores de 18 años, ese número es aún mayor, con un 31,2 por ciento. Fijado en 33.000 dólares, el ingreso medio de una familia en esta área es menos de la mitad de la del condado de Chesterfield.
Los que viven en el lado norte de Richmond tienen todo lo que necesitan allí y no tienen ningún motivo para viajar a Jefferson Davis Highway.
“No les importa la situación en el Southside porque no toca sus vidas”, dijo Podsiadlo. “No les influye.”
De toda la gente sentada fuera en un buen día de primavera, pocos son en realidad residentes de Rudd. Un hombre, antiguo residente con un acento sureño tan cerado que no pude entenderlo completamente, se puso encendió visiblemente y comenzó a gritar sobre de cómo los propietarios nunca hicieron nada para ayudarles.
Detrás suyo estaba sentado un hombre hispano de mediana edad en una caja negra al revés (derecha). Cruz S., un inmigrante indocumentado de México, había vivido en Rudd durante 15 años y había trabajado durante seis años en mantenimiento del camping. Hablaba tan suavemente, en español, que tuvimos que sentarnos en la acera junto a él para escuchar.
Cuando Rudd fue vendido en una subasta en marzo (por $371,000, una fracción del valor tasado de la tierra de $2,46 millones), el nuevo dueño contrató a otro “morenito” para el trabajo de Cruz. Sin trabajo, Cruz perdió su casa prefabricada. Ahora, él trabaja esporádicamente en la construcción, pero sin un vehículo es duro ir a Norfolk donde están la mayoría de los trabajos de la construcción. No hay refugio para personas sin hogar en el condado de Chesterfield.
Otra complicación es que el gobierno está denegando los permisos de trabajo a inmigrantes indocumentados. “Ni siquiera nos dan una oportunidad”, dijo Cruz sobre el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
Cruz está solo en su país de adopción. El resto de su familia regresó a México entre cinco y ocho años atrás, menos un hijo que murió en Nueva Jersey. Fue recibido por la comunidad hispana en Rudd’s, pero muchos de sus amigos se han mudado porque tenían miedo de ser inspeccionados y deportados.
Cuando le preguntamos por su futuro, Cruz levantó la vista retorciendo sus fuertes y callosas manos y sonrió tristemente. Quien sabe, él dijo.
“¿Quién sabe?”