Escrito y traducido por Thess Pfferr
Todos los niños tienen un juguete favorito.
El mío era un caballo de plástico negro llamado Furia. Era el caballo más fuerte y más valiente que he visto en mi vida. Juntos vivimos aventuras en territorios hostiles e inexplorados, bajo la mesa de la cocina o en el despacho de mi madre. Los niños necesitan juguetes, y no todos los niños los tienen.
En el recibidor del Centro de Sagrado Corazón, hay cinco sillas de color pino verde donde las visitas se sientan y esperan. Una joven se sienta en una de las sillas mientras que un niño y una niña juegan a su alrededor. Cuando el niño, que tiene tres años, trata de abrir la puerta del centro, la mujer lo detiene.
“Fuera no” dice ella, “Fuera hay carros.” Él sonríe le malicioso mientras mantiene la puerta abierta. Después de unos segundos, el rostro de la mujer es lo suficiente serio para hacer que se rinda y cierre la puerta.
Elaine Hinkle, directora de desarrollo del Centro de Sagrado Corazón, viene hacia ellos y les dice a los niños en español, “¿Quieres llevarte un libro a la casa? ¿o un peluche?”
Los dos niños miran a Hinkle y luego a la mujer que está con ellos. No responden. “Son gratis”, dice Hinkle. Por primera vez, la niña mira hacia arriba y sonríe.
La niña tiene cuatro años, mide un metro y es la primogénita de su madre de 20 años. Nació en los Estados Unidos poco después de que su familia llegase aquí desde El Salvador.
Hinkle apunta a una caja a pocos metros de distancia que contiene cuatro animales de peluche al lado de una pequeña librería. La niña corre a la caja, pero el niño de tres años se sienta junto a su hermana, la joven de 20 años. “Algunos niños son tímidos,” dice Hinkle.
La niña vuelve con un peluche y dos libros infantiles, “Juan y Juanita” y “Animales Salvajes”. Abraza al animal de peluche. “¿Qué es?”, Pregunta a su madre en español, pero su madre no lo sabe. Ella me mira y repite la pregunta. “Es un avestruz,” digo. Ella abraza al animal y sonríe como si hubiera hecho un nuevo amigo.
Después de que el resto de la familia termine su reunión, abandonan el centro. Hinkle me cuenta porqué ofrece juguetes para niños junto con los libros. “A veces son tímidos”, dice, se suele acercar a los niños del centro y les dice: “Oh, tenemos un cerdo, tenemos un oso, ¿te gustan los osos?”
Un niño, de cuatro años de edad, vino a ella una vez después de que ella le hubiese dado un libro y un cachorro de peluche. “Me dio 12 centavos. Estaba tan contento que por tener esas cosas que quería agradecérmelo. Eso es todo lo que tenía.
El centro normalmente tiene juguetes y libros para niños pequeños, pero también tiene libros y revistas para los niños más mayores. Un chico entró hace poco para ver la colección de revistas del Centro, dice Hinkle. El niño, que “debía de tener 12 años”, era flaco y llevaba gafas. Después de un tiempo le preguntó, en inglés, si el Centro tenía alguna revista TIME.
A Hinkle le sorprendió mucho la pregunta. “Me quedé como estaba como, ¡pues vaya con el chico!”
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