Escrito y traducido por Thess Pfferr
Jesús está llegando, y la multitud está emocionada.
Es justo antes del atardecer del día de Pascua, pero ya las calles frente a la Iglesia del Sagrado Corazón están llenas con decenas de personas, moviéndose expectantes. La iglesia va a representar una obra de teatro sobre la Pascua, y cientos de personas se están reuniendo aquí para ver cómo Jesús vive las últimas horas de su vida.
Más tarde, Jesús estará rodeado de hombres y mujeres de la comunidad mientras camina hacia la cruz,–la mayoría trabajadores de la construcción y limpiadores domésticos–, vestidos como personajes de la Biblia. Los enemigos romanos son en su mayoría representados por niños y adolescentes. Todos ellos representan un papel en la Pasión y resurrección de Cristo.
Esta representación se ha convertido en un ritual anual para la creciente comunidad hispana de Richmond, muchos de los cuales viven en campings de mala calidad y apartamentos a lo largo de la autovía de Jefferson Davis que he estado cubriendo durante el mes pasado. Reconozco algunos rostros entre la multitud, pero sé cómo se sienten: liberados.
Muchas de estas personas están documentadas, pero muchas otras no. Saben el peligro en el que se están poniendo solo estando aquí. Pero hoy es Pascua, un día de milagros, por lo que hablan español en público y expresan orgullo por su fe y su cultura aunque estar en público, de pie en esta calle, es algo imprudente.
He aquí por qué: La Iglesia del Sagrado Corazón es un santuario para los inmigrantes, así como el Centro del Sagrado Corazón justo al otro lado de la calle. Sin embargo, el camino en sí, donde la multitud se reúne para ver la obra, es espacio público y, por lo tanto, desprotegido de los agentes de Inmigración y Aduanas de los Estados Unidos, o ICE, a quienes se les ha ordenado reprimir a comunidades como ésta.
Uno de los sacerdotes del Sagrado Corazón, el Padre Jack, recuerda un incidente reciente en el norte de Virginia en el que “algunos inmigrantes estaban cruzando la calle de la iglesia a un centro comunitario para desayunar. ICE los detuvo y los interrogó. Esto podría suceder aquí.”
Pero hoy es un día de fiesta, y el Padre Jack se vuelve hacia una pareja que le ha traído a su recién nacido para que les dé su bendición. El bebé es tan pequeño que la mano de su padre le cubre la cabeza al completo
Un niño pequeño reclama mi atención. Su nombre también es Jesús. Tiene curiosidad por mi cámara, así que paso la correa alrededor de su cuello y le enseño cómo sujetarla. Está emocionado y empieza a hacer fotos. “Cuidado,” le dice su madre. Me devuelve la cámara y se precipita hacia la multitud. El espectáculo está a punto de comenzar
Jesús, el actor, es arrestado por los romanos y encadenado a la cruz. Carga la cruz por la calle y se cae varias veces. Cada vez que se cae, los niños romanos lo golpean con espadas de plástico y escudos, que son tan delgados que se doblan con cada golpe.
Los actores y la multitud marchan hacia una casa decorada como las estancias de Poncio Pilato, el prefecto romano que juzgó a Jesús. “Tú no tienes poderes”, le dice Pilato a Jesús, en español. Alguien grita “¡Crucifíquenlo!”
La gente sigue a Jesús conforme se acerca a su destino. Ahora hay alrededor de 400 personas aquí, y es entonces cuando me doy cuenta de lo que muchos en el Centro del Sagrado Corazón, y en la comunidad, me han dicho una y otra vez.
Puede que estas personas sean parte de una comunidad vibrante, pero a excepción de días como este, nunca son vistos. De hecho, para muchos en Estados Unidos, incluyendo Richmond, ni siquiera existen.
Son una multitud invisible.
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